
José Watanabe nació en Laredo, Trujillo, el 17 de marzo de 1945. Su padre fue Harumi Watanabe, inmigante japonés que llegó al Perú como mano de obra para trabajar en las haciendas de algodón y caña de azúcar. Harumi, además, era un artista, estudió Pintura en Japón y le gustaba la lectura.
Al llegar al Perú, Harumi trajo libros de haiku, poesía japonesa que influenció en José Watanabe. Fue este el primer contacto que el poeta peruano tendría con la lectura. Su madre fue Paula Varas, nacida en el Valle de Chicama.
Laredo se convirtió en un elemento fundamental en su poesía. De sus recuerdos infantiles nacen los primeros insumos que hacen de su escritura tan particular. El contacto con la naturaleza, el campo, los seres vivos le ofrecieron una manera de conectare con el mundo y la palabra.
Watanabe vivió una infancia humilde, pero en 1956 su familia ganó el premio mayor de la lotería de Lima y Callao, por lo que se mudaron a Trujillo y los veranos lo pasaban en Huanchaco.
Él fue el primero de sus hermanos en seguir estudios secundarios y los hizo en el colegio San Juan en Trujillo. A pesar que en sus inicios le gustaba las ciencias, luego se inclinó por la literatura. En este centro educativo escribió dos poemas que fueron publicados en la revista de su colegio.
Luego de su primer viaje a Lima en 1962, José Watanabe se asentó en la capital con parte de su familia y tenía el deseo de estudiar Arquitectura, carrera la cual dejó a los dos años de iniciarla. En 1971 publicó su primer libro: Álbum de familia, el cual, un año antes, le valió el premio “Poeta Joven del Perú”.
En 1973 creó el guión y se encargó de la dirección del programa infantil “La casa de cartón”, el cual se emitió en TVPerú. Gracias a este proyecto, Watanabe ganó el año siguiente una beca y se fue a Alemania a un Congreso de Guionistas y Productores de Televisión para Programas de Niños y Jóvenes.
En 1989 publicó su poemario “El Huso de la Palabra”, elegido como el más importante de la década del 80 según una encuesta de la revista “Debate”. Cinco años después se operó en el Hospital Neoplásico de Lima donde se le extirpó la mitad de su pulmón, debido a que ya había sufrido de cáncer a este órgano.
En el 2000 se presentó una versión libre de “Antígona”, un unipersonal adapatado por Watanabe e interpretado por Teresa Ralli, el cual tuvo un éxito incomparable. Siete años después le descubrieron un cáncer al esófado y el 25 de abril de ese año falleció. Sin embargo, ha dejado un importante legado en la literatura, televisión y la dramaturgia que vivirá por siempre.
“LA MANTIS RELIGIOSA”, POR JOSÉ WATANABE
Mi mirada cansada retrocedió desde el bosque azulado por el sol
hasta la mantis religiosa que permanecía inmóvil a 50 cm. de mis ojos.
Yo estaba tendido sobre las piedras calientes de la orilla del Chanchamayo
y ella seguía allí, inclinada, las manos contritas,
confiando excesivamente en su imitación de ramita o palito seco.
Quise atraparla, demostrarle que un ojo siempre nos descubre,
pero se desintegró entre mis dedos como una fina y quebradiza cáscara.
Una enciclopedia casual me explica ahora que yo había destruido
a un macho
vacío.
La enciclopedia refiere sin asombro que la historia fue así:
el macho, en su pequeña piedra, cantando y meneándose, llamando
hembra
y la hembra ya estaba aparecida a su lado,
acaso demasiado presta
y dispuesta.
Duradero es el coito de las mantis.
En el beso
ella desliza una larga lengua tubular hasta el estómago de él
y por la lengua le gotea una saliva cáustica, un ácido,
que va licuándole los órganos
y el tejido del más distante vericueto interno, mientras le hace gozo,
y mientras le hace gozo la lengua lo absorbe, repasando
la extrema gota de sustancia del pie o del seso, y el macho
se continúa así de la suprema esquizofrenia de la cópula
a la muerte.
Y ya viéndolo cáscara, ella vuela, su lengua otra vez lengüita.
Las enciclopedias no conjeturan. Ésta tampoco supone qué última palabra
queda fijada para siempre en la boca abierta y muerta
del macho.
Nosotros no debemos negar la posibilidad de una palabra
de agradecimiento.
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